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Fondos EIE

Unión Europea

DepartamentodeDesarrolloRural

ySostenibilidad

TIERRAS DEL

JILOCA Y

GALLOCANTA

Asociación para el Desarrollo Rural Integral de Las Tierras del Jiloca y Gallocanta

_

Estrategia de Desarrollo Local Participativo

_

2. Zona Geográfica Cubierta por la Estrategia.

de los carrascales silicícolas son bastante similares a los

de los robledales acidófilos. En ellos predomina la estepa

(Cistus laurifolius) con enebro común, gazpotera, escara-

mujo y gayubera, aunque en las áreas más soleadas y de

suelo menos profundo hay brezales de biércol y cantue-

so. La etapa subserial regresiva corresponde al tomillar

(Thymus vulgaris, T. mastichina) con aliaga y lastón, sien-

do el paisaje vegetal más común en extensos montes de

las sierras cuarcíticas y pizarrosas deforestadas.

Por el contrario, los matorrales propios de la serie

dinámica de los carrascales basófilos contienen especies

compartidas con los amplios páramos ibéricos. Así, y en

una primera etapa, además de escaramujo, gazpotera,

guillomo y enebro, aparece también espliego, ajedrea,

sabina negral (Juniperus phoenicea) y junza (Aphyllan-

tes monspeliensis). Los pastizales propios de las etapas

pioneras albergan especies muy resistentes a la sequía

predominando el tomillo, la aliaga, el lastón, el gamón,

presentando especial interés las formaciones almohadi-

lladas de toyago (Genista mugronensis), vicariante del

erizón en los páramos más secos.

2.2.5.3.- Los bosques de las riberas

Durante el Cuaternario, en el fondo de los valles se

han ido acumulando depósitos sedimentarios de origen

fluvial formados por limos y materia orgánica. Estas vegas

presentan una elevada humedad en el subsuelo debido a

la proximidad del nivel freático que llega a aflorar en pe-

riodos lluviosos. La composición de la cubierta vegetal en

estos ambientes no depende tanto de las circunstancias

climáticas sino de las propias características del suelo.

Es por ello, que la inexistencia de déficit hídrico estival

propicia la existencia de especies caducifolias, grandes

árboles y arbustos que al disponer de una reserva hídrica

regular en el sustrato pueden renovar totalmente su folla-

je anualmente.

En su origen las riberas del Jiloca, Pancrudo y Huer-

va, así como las de sus pequeñas ramblas y arroyos

deudoras, dispondrían de frondosos bosques de sarga-

tillos (Salix atrocinerea), olmos (Ulmus minor), chopos

(Populus nigra) y fresnos (Fraxinus angustifolius), con

sotobosque de sauquera (Sambucus nigra), sargas (Sa-

lix eleagnos) y cornejo (Cornus sanguinea), estando todo

ello trabado por lianas de enreligadera (Clematis vitalba)

y zarza (Rubus ulmifolius) .

La temprana puesta en cultivo de las vegas por el

ser humano, mediante la roturación, apertura de dre-

najes y la creación de acequias transformó el sistema,

obteniéndose amplias huertas, con estrechas bandas de

carrizal y de soto fluvial en las orillas de los ríos, intro-

duciéndose otras especies forestales como el álamo, la

noguera, el sabimbre o los chopos canadienses. Un es-

pecífico sistema de tratamiento forestal de los chopos,

permitió obtener varias gruesas ramas de cada pie, sien-

do regularmente cortadas a media altura lo que evitaba

nuevas plantaciones y aseguraba del diente del ganado.

Estos árboles, los

chopos cabeceros, forman un ele-

mento básico en el paisaje de las comarcas del Jiloca

y del Campo de Daroca.

Destacan las masas de chopo cabecero del valle del

Pancrudo, el bosque de fresno del río Nogueta y el soto

de la Cerrada Cadenas (Caminreal-Fuentes Claras).

El cuantioso afloramiento de agua en ciertos enclaves

origina amplios manantiales, conocidos aquí como ojos, en

los que prosperan densos herbazales

higrófilos formados por carrizo (Phragmi-

tes australis), anea (Typha sp.), adelfilla

(Epilobium hirsutum) y otras megaforbias

que soportan el encharcamiento. Los

más conocidos son los Ojos de Monreal,

donde el Jiloca toma buena parte de su

caudal, aunque también son interesan-

tes los de Caminreal y Fuentes Claras.

Si las aguas superficiales o las que

afloran del subsuelo se acumulan en de-

presiones forman unas balsas o charcas,

generalmente temporales y de escasa

extensión. También hay pequeñas lagu-

nas, como la de Guialguerrero (Cubel)

o la de Carabejas (Torralba de los Siso-

nes). Un caso especial es el de La Zaida,

laguna de más de 200 Has y un metro de

profundidad, que se alimenta de arroyos

y que tiene un régimen de inundación ar-

tificial.

Imagen: Chabier de Jaime Lorén. Centro de Estudios del Jiloca