Fondos EIE
Unión Europea
DepartamentodeDesarrolloRural
ySostenibilidad
TIERRAS DEL
JILOCA Y
GALLOCANTA
Asociación para el Desarrollo Rural Integral de Las Tierras del Jiloca y Gallocanta
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Estrategia de Desarrollo Local Participativo
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2. Zona Geográfica Cubierta por la Estrategia.
comarcales no le permitirían a este roble subesclerófilo de
hoja amplia el formar masas puras, integrándose con el re-
bollo (Quercus faginea), roble también marcescente (man-
tiene la hoja seca durante el invierno) pero más pequeña y
que tolera la acidez edáfica.
En la actualidad, los marojales aparecen como altos y
densos matorrales con numerosos chirpiales que brotan de
su desarrollado sistema radicular. En su sotobosque encon-
tramos especies del estrato arbustivo como la madreselva
(Lonicera peryclimenum), la lantana (Viburnum lantana), la
cerecina (Prunus mahaleb) o la gazpotera (Crataegus mo-
nogyna), así como un estrato herbáceo con especies nemo-
rales y exigentes en suelos maduros.
La intensa y secular presión agrícola y ganadera ha
ocasionado el aclareo del marojal favoreciendo a las espe-
cies arbustivas propias de la serie regresiva de la sucesión
(estepares y brezales) e incluso, si la degradación edáfica
ha sido acusada, la entrada de la más austera carrasca
(Quercus ilex ssp. ballota). Las sucesivas reforestaciones
con coníferas (Pinus sylvestris, P. pinaster y P. nigra subsp.
nigra) han arrinconado a los marojales a unos pocos en-
claves entre los que destacan los núcleos de la ermita de
Pelarda, las umbrías de Bea y de Fonfría, el monte de To-
rrecilla del Rebollar y la vaguada de Villar del Salz-Ródenas
El rebollo
(Quercus faginea) es el nombre popular
del quejigo en el sur de Aragón. Aunque se introduce en
los marojales y en los carrascales silicícolas, conforma
su propia comunidad vegetal, el rebollar, sobre las áreas
montañosas menos secas en las que afloran sustratos
básicos (calizas, dolomías y margas). Predominaría en
las áreas elevadas con materiales mesozóicos de la
sierra de Cucalón y de las estribaciones de la sierra de
Lidón, en los depósitos carbonatados terciarios del va-
lle del Pancrudo y en las zonas más frescas del Campo
Romanos, presentándose de manera testimonial en los
montes de Odón-Blancas donde por el efecto Fohen se
pierden rápidamente los influjos de las masas de aire at-
lánticas que penetran por la cuenca del Tajo.
Los rebollares también se encuentran en forma de
arbustos cuyas matas están compuestas por numerosos
pies procedentes del rebrote que produce este roble tras
su tala o quema. Como el marojo, es también una espe-
cie subesclerófila y marcescente.
En las áreas en donde el rebollar subarbóreo man-
tiene su estructura característica, se ofrecen condiciones
para la presencia de serbales (Sorbus torminalis, S. aria y
S. domestica), el arce moscón (Acer mosnpessulanum),
espantalobos (Colutea arborescens), gayuba (Arctos-
taphyllos uva-ursi), guillomera (Amelanchier ovalis), ce-
recina, lantana, gazpotera, etc. En el ambiente fresco
y umbrío del rebollar prospera un estrato herbáceo con
plantas delicadas y amantes de los ambientes umbríos.
Hay buenos ejemplos de rebollares calcícolas en
Cosa, Barrachina, Bañón y la Modorra de Cucalón. Más
extensas son las masas de los rebollares silicícolas, des-
tacando las de la Torralbilla, Valdelacasa, Modorra de
Bádenas, Bea, Valverde y Cuencabuena, las vaguadas
de Valdellosa hacia Torralba de los Sisones y Tornos, y
algunos retazos de Odón y Blancas que escaparon de las
roturaciones agrícolas de los setenta.
La carrasca
(Quercus ilex ssp. ballota) se extende-
ría por zonas montanas más secas, es decir, las propias
del sector más norteño de este territorio. Desde estos
montes descendería por los glacis a los altiplanos y a
los anchos fondos de valle. Al ser una especie escleró-
fila y perennifolia, evita así la competencia con el más
exigente rebollo. También es indiferente al pH del suelo,
lo que le permite colonizar un amplio territorio en la co-
marca siendo el carrascal. Es el bosque autóctono más
extendido y representativo por ser capaz de adaptarse
con gran éxito a su riguroso clima. Así, aparece en sie-
rras de litología silícea, como el sistema montañoso de la
sierra del Peco, la de Herrera, el monte de Torralbilla, la
de Santa Cruz-Valdellosa por donde descendería tanto a
la cubeta de Gallocanta como hasta el mismo río Jiloca,
en las áreas de menor altitud del complejo Cucalón y en
la estrecha banda cuarcítica del piedemonte de Sierra
Menera. Además, también se encuentra sobre montes de
sustrato carbonatado y de ombroclima más seco, como
son el Alto Piedra, las vertientes de Sierra Palomera, Me-
nera, Llanos de Monreal, sector oeste del Campo de Be-
llo y del Campo Romanos y sierra de Oriche.
Como las otras dos quercíneas, la mayor parte de
los carrascales están formados por matorrales arbustivos
de una notable cobertura, aunque no es raro encontrar
grandes carrascas -algunas centenarias- salpicando
campos y montes.
Los carrascales albergan un estrato arbustivo for-
mado por guillomera, enebros (Juniperus communis y J.
oxycedrus), hierba pincel (Stahelina dubia), (Rhamnus
alaternus), arto (R.. saxatilis), endrino, gayuba, carras-
quilla, algunos de ellos son más propios de su orla espi-
nosa. En enclaves menos secos o suelos algo más pro-
fundos puede hacer su entrada el rebollo, el arce moscón
e incluso el acebo (Ilex aquifolium).
Podemos encontrar buenos carrascales calcícolas
en el monte de Torralba de los Frailes, Las Cuerlas, Cu-
bel, Torrijo-Rubielos de la Cérida, Villafranca del Campo,
Torralba de los Sisones o Bea. Los más extensos carras-
cales silicícolas están en el Monte San Bartolomé (Sie-
rra del Peco) y en el de Luesma-Herrera de los Navarros
(Sierra de Herrera); son notables los de Torralbilla, los de
la cabecera del río Nogueta, en El Colladico, entre Bá-
guena y Castejón de Tornos o en Villar del Salz.