Asociación para el Desarrollo Rural Integral
de las tierras del Jiloca y Gallocanta

El ciclo vital

Presentación

La vida del ser humano atraviesa una serie de etapas; en los estudios de las sociedades tradicionales se suelen distinguir cuatro: infancia, juventud, madurez y vejez. Cada periodo queda delimitado por sus ritos de paso, y definido por unos esquemas socioculturales en los que se sitúan los miembros de la comunidad26. Nos referiremos aquí, muy brevemente, a alguna de estas cuestiones, con la atención puesta en lo relacionado con la música.

En la primera infancia, la música es una de las primeras vías de comunicación; antes de que el niño entienda el significado de las palabras ya comprende el lenguaje de los sonidos y los ritmos. Las canciones de cuna son las primeras formas músico-poéticas que escuchan los niños; presentan una característica de intimidad que no suele darse en otros tipos de música tradicional.

Cuando el niño crece, encuentra las nuevas formas musicales que su círculo le va mostrando (canciones de regazo, juegos rítmicos), y al adquirir la comprensión del idioma desarrolla una nueva atracción por el canto. A medida que crece aprende variados tipos de canciones (mímicas, de corro, romances, cantos de escuela), y llega a participar en cantos colectivos (oraciones, villancicos, aguinaldos).

Langa (1954). Cedida por el Centro de Estudios del JilocaEl tránsito a la juventud era una época que tenía asociadas una serie de canciones y bailes típicos, algunos de origen muy antiguo. Hacia los 15 años de edad, las muchachas podían ser enramadas por algún mozo. Un zagal efectuaba el paso a la mocedad cuando el grupo de mozos daba el visto bueno; a partir de ese momento podía compartir con ellos sus conversaciones y diversiones (juegos, bailes, rondas). La fiesta de aceptación de los nuevos mozos solía tener lugar en el llamado Domingo de los Mozos (Domingo del Señor)27.

La entrada en quintas (hacia los 20 años de edad) daba un nuevo rango al mozo. La fiesta de los quintos estaba fijada en torno a San Blas y Santa Águeda, como es común en muchas regiones. Aunque el reclutamiento obligatorio es relativamente moderno, la festividad de San Blas tuvo desde antiguo una simbología de carácter bélico. En Singra se  baila este día el Mandrús, relacionado con el Mambrú castellano y el Mirandum portugués28.

Los mozos se encargaban de rondar a las mozas, de organizar los bailes (la tarde del domingo era la cita más común) y de pagar a los músicos29. Manuel Brusca, acordeonista de Olalla, nos explicó cómo, en realidad, eran los músicos los que tenían que encargarse de cobrar a los mozos...

La ronda era toda una institución en la mayoría de los pueblos de la región. Hubo una gran afición  rondar en todo el siglo XIX y la primera mitad del XX. Quedan aún numerosos cantos de ronda típicos de estas localidades; la gran mayoría son jotas bajas30, en especial en la ribera del Jiloca. En la ronda era obligado cantar, y se valoraba mucho el saber tocar algún instrumento.

Monreal del Campo (1940)En el baile se enjuiciaba la calidad de los músicos y del repertorio. En época anterior a las gramolas y tocadiscos hubo en ciertos pueblos un gran interés por la música; se contrataban profesores de música, y durante el año los alumnos más aventajados de cada lugar podían mantener el baile semanal sin necesidad de recurrir a mayores gastos. En las fiestas patronales se hacía lo posible por contratar a los mejores músicos.

En pueblos como Torralba de los Sisones se recuerda que hacia los años 40 y 50 había dos tipos de baile en fiestas: el viejo, con jotas, boleros, polcas, valses o mazurcas, y el nuevo, con bailes más modernos; el pasodoble solía estar presentes en ambos. Los instrumentos utilizados por los músicos eran el violín, el saxo, el clarinete, el laúd o la guitarra. Hacia los años 60, con las modernas orquestas, cambió el repertorio y la instrumentación.

La actividad musical de los varones se completaba con las canciones de taberna y bodega, en las que tenían un papel destacado los casados. Las jotas eran la parte fundamental de este repertorio; muchas ellas se recuerdan y se cantan todavía.

Las mozas, por su parte, tenían sus propios repertorios vocales, que retransmitirían más adelante a sus hijas; raramente tocaban algún instrumento, actividad que no parece estuviera bien vista para ellas.

El festejo de una moza por un galán tenía una duración indeterminada; si se formalizaba la boda, las mozas y los mozos podían colaborar con las familias en los preparativos.

El día de la ceremonia, los mozos cantaban las albadas a su hora temprana; unas horas más tarde, la novia entraba en la iglesia con el padrino, y el novio con la madrina, encabezando el cortejo. Como cuenta Raimundo Martínez para el caso de Singra, tras el acto religioso había un baile, que era seguido por un banquete. Por la tarde y la noche continuaba el baile, y después tenía lugar la cena. Los novios solían salir de viaje de novios esa noche a Zaragoza o Valencia; y si no lo hacían, tenía lugar la serenata.. El esposo debía invitar a pastas y licores a los participantes. Un tipo especial de serenata era la cencerrada, dedicada a los esposos que eran viudos.

  En la sociedad rural tradicional, la actividad de los casados se desarrollaba en varios planos (familiar, festivo, laboral, religioso). Cada uno de ellos contaba con una música característica, muy variada en formas y significados.

Las mujeres dadas a cantar no perdían su afición con el matrimonio; la casa, el lavadero, la huerta o la iglesia eran lugares adecuados para practicarla. Las joteras solían cantar en público en las fiestas del pueblo. La maternidad daba, además, mayor ocasión para practicar el canto y recuperar las canciones de la infancia.

Los cantos de trabajo eran abundantes en la comarca. Los había para labrar, de siega, de minas, para recoger el azafrán, etc. Los varones tenían un amplio repertorio de cantos de taberna, bodega y sobremesa.

Los varones más aficionados a la música solían dedicarse a ella con ahínco aún después de casados. Si tenían la suerte de tener algún músico por vecino, formaban charangas y pequeñas bandas de baile, que podían ser reclamadas por los grupos de mozos de los pueblos; las de Odón, Las Cuerlas y Cimballa gozaron de una notable demanda por la comarca hace cinco o seis décadas.

Los abuelos y abuelas tenían un papel importante en la educación de los nietos; eran comunes las familias extendidas, en las que convivían tres o hasta cuatro generaciones. Muchos niños podían así aprender canciones e historias de otro tiempo.

Las personas adultas y mayores de los pueblos tenían un papel fundamental en la organización de ciertos acontecimientos: las romerías, los dances, las procesiones, etc. Las cofradías existían en todos los pueblos, y cada una era responsable de sus procesiones. Ser miembro de una cofradía daba prestigio, aunque suponía un riguroso control sobre la persona. Era costumbre pasar lista a los cofrades antes de iniciar una dura procesión, y volver a hacerlo ya en la ermita, para evitar dispersiones imprevistas. En las procesiones, los cofrades y el sacristán solían dirigir las letanías; eran célebres las de Santa Catalina, Santa Ágata, Santa Cecilia...

  La Santa Misa era un acto social y religioso de especial importancia, en el que el canto comunitario tenía un destacado papel. Algunos pueblos tenían sus propias misas locales, compuestas por clérigos o fieles piadosos de épocas pretéritas; la Misa de Santa Filomena, conservada en Odón, es un hermoso ejemplo de ello.

Las fiestas de guardar, las novenas y otros hitos del calendario religioso mantuvieron viva la práctica de la música religiosa durante mucho tiempo.

En los funerales destacaba la figura del sacristán, que entonaba el Miserere.

Relacionados con la muerte existían varios tipos de cantos y recitativos, que hacían acto de presencia en el velatorio, la misa, la procesión y el sepelio. Los toques específicos de las campanas, las plañideras y las marchas fúnebres completaban el conjunto sonoro con el que se depedía a los muertos.

 

© ADRI & grupo musical Lahiez

 

© Manuel Sánchez, 2000-2008

 

NOTAS A ESTE APARTADO

27.   Este día, los mozos solían invitar a fiesta a las mozas y al resto del pueblo; en Odón, ese día se realizaban las carreras de pollos (datos obtenidos de Tomás Gil).

28.   El popular Mambrú fue en la realidad John Churchill, Duque de Marlborough (1650-1722), tenido por héroe en media Europa. Dirigió las tropas anglo-holandesas en la Guerra de Sucesión española, y se cuenta de él que al final de sus mil batallas por Europa regresó a casa, ya fuese por Pascua o por la Navidad.

29.   El precio normal que pagaba un mozo por cada músico y sesión era, en los años 50, de una peseta, según Manuel Brusca. En Carnaval podían cobrar más, y se llegaban a disfrazar. Miguel Ballestín, de Berrueco, recuerda que una tarde de Carnaval los músicos reunieron 8 duros de ganancias; y que en unas fiestas patronales, el y otro músico llegaron a los 16 duros, vino aparte.

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