Invierno

El ciclo anual

Los actos festivos del invierno gozan de gran importancia en toda Europa; según autores como Pounds, se debe a que en las sociedades rurales de Centroeuropa era esta la etapa de más abundancia a lo largo del año. Las celebraciones del solsticio de invierno se difundieron en épocas antiguas, y fueron más tarde utilizadas por la Iglesia para superponer en ella su liturgia. Historiadores como el citado creen que la religión ayudó, al centrar sus fiestas principales en la época invernal, a traer esta costumbre centroeuropea a la mediterránea, que por naturaleza celebra más el estío.

La Nochebuena más tradicional comenzaba con una cena en familia, y culminaba en la Misa del Gallo, reminiscencia de antiguos ritos (Officium Pastorum), que se ha supuesto que serían comunes en la Europa de la Baja Edad Media. En algunos lugares -muy puntuales- de la Península han sobrevivido los paloteados y las danzas de esta festividad, pero no en el caso de las tierras del Jiloca, donde la liturgia católica se impuso en todas las celebraciones del periodo navideño.

Navidad, San Esteban, San Silvestre, Año Nuevo y Reyes forman una serie de días festivos que, tradicionalmente, estaban repletos de actos de carácter familiar y social: regalos, aguinaldos, visitas a los padrinos y las autoridades... El 6 de enero se bautizaba al Niño (Tornos), con frutos secos y dulces. Ese día terminaba –lo sigue haciendo- el ciclo navideño, y se daba paso al de los santos barbudos.

A partir de estas fechas se mataba el cerdo en numerosos lugares.

La noche del 16 al 17 de enero (San Antón, San Antonio Abad) solía encenderse una hoguera. Al llegar la mañana, se bendecían las caballerías (costumbre extendida por varios países de nuestro entorno). En este día, las clases pudientes y autoridades no trabajaban. Báguena, Burbáguena, Aldehuela de Liestos, Bello, Berrueco y muchos otros pueblos rememoran esta fecha.

Las hogueras en honor de San Sebastián (20 de enero) tuvieron en alguna época tanta importancia como las de San Antón, pero hoy están más olvidadas. También en San Valero (29 de enero) había hogueras, como se recuerda en Castejón de Tornos.

Febrero traía el día 2 la festividad de la Purificación de Nuestra Señora (la Candelera o

Candelaria). En varios pueblos de la región se celebraban bailes y rondas entre ese día y el de Santa Águeda. En Singra se bailaba los días 2 y 3 (San Blas) el Mandrús, danza de componentes bélicos que recientemente interpretaban los gaiteros de Torrijo.

El día de San Blas era el de la fiesta de los quintos, mientras que la de Santa Águeda estaba dedicada al poder femenino. En las vísperas de las dos fechas se hacían hogueras, las últimas del ciclo invernal.

Poco después se entraba en el Carnaval, que empezaba el domingo precedente al miércoles de ceniza y duraba hasta el martes. Se celebraba en casi todos los pueblos; el de Villafranca del Campo es quizá el más conocido.

En alguna localidad se colgaban muñecos, y los mozos se comportaban de manera escandalosa y hasta violenta, según la costumbre popular. Había en ciertos lugares algunos desfiles con disfraces y mascarones, y salían los zarriones con sus esquilos. En muchos pueblos había música, pero en otros sólo se recuerda un ruido hecho con cuernos25.

El Martes de Carnaval era el día de mayor diversión; por la noche había bailes y se hacían rondas; en Castejón de Tornos, los mozos iban de ronda subidos en un carro tirado por burros. Al día siguiente, los sacerdotes marcaban las cabezas de los  pecadores con la ceniza purificadora.

© ADRI & grupo musical Lahiez

© Manuel Sánchez, 2000-2008

NOTAS A ESTE APARTADO

25.   Como cuenta R. Martínez García en su trabajo sobre Singra.